A manera de terapia –supongo- vuelco unas líneas dedicadas al bendito tren. No sin bronca, claro está, pero también, como una autodefensa para la amargura, lo tiño con un poco de humor.
La intensa y molesta niebla que por la mañana observamos al despertar es, desde hace unos días, noticia y tema en los medios. Lo que ya no es noticia, es lo pésimo que continúa siendo el servicio de trenes Ex Roca, del saliente concesionario Metropolitano.
El día jueves pasado, llegué a la estación Burzaco a las 9.10 horas para viajar, como todas las mañanas, a Plaza Constitución.
El tren de dicho horario (en realidad 9.08) había pasado (eso supongo) por lo que me dispuse a esperar el de 9.22 h. pero este no apareció.
Pasaron tres formaciones en dirección a Glew-Alejandro Korn. Y el que yo esperaba ni asomaba entre la niebla. Recién lo hizo a las 9.35 horas.
Me dije para mi, no seas injusto, un día que otro (¿?) puede haber demora…quizás la causa del retraso sea la niebla.
Al siguiente día, viernes 8 del corriente, me pasó exactamente lo mismo. El tren de 9.22 no apareció (no se si lo hizo el de 9.08 h.). Otro día con demora, ya me dije molesto. Si fuera la niebla, lo lógico sería también que esta afectara a la formación que va en sentido contrario…pero no, durante mis 25 minutos de espera en el anden, pasaron tres trenes hacia Glew.
Hoy, lunes 11, decidí salir antes de casa. Llegué a la estación a las 8.55 h. En la ventanilla, nadie me informó que hubiera atraso. Había mucha niebla…también mucha gente en el andén.
En la escalera del subterráneo que conduce a la otra plataforma, crucé un par de palabras con el señor que, lamentablemente, a falta de sus dos piernas, pide unas monedas (lamento no saber su nombre); siempre muy correcto y siempre de buen humor. ¿Otra vez demora?-le dije. -Parece que sí-, me contestó. Y le confesé una verdad que hace tiempo tenía ganas de decirle: -Usted, debería trabajar en la boletería porque brinda más información que la gente del ferrocarril-.
Quien pase todos los días por la estación, y sabe de quién estoy hablando, seguramente me dará la razón. El señor acostumbra a avisar (elevando su voz) a los usuarios que tren está llegando y/o a que hora llegará el próximo. Ese servicio, tan básico, la empresa no lo brinda.
Y como hoy por hoy está muy demora (perdón de moda) el minuto a minuto, vamos a implementarlo en este relato; porque a la mañana, cuando uno va a trabajar, un minuto es fundamental, y tan valioso como en la televisión.
9.00 h. Estoy en el andén. Pasó una formación hacia Glew. Tenía la esperanza que viniera el mío. Nada. Cada tanto me asomaba y lo único que veía era una espesa niebla.
9.01 h. Nada, ni noticia. La niebla no permitía ver más allá de 30 metros .
9.02 h. Sigo esperando. Intento leer el diario pero la ansiedad no me lo permite.
9.03 h. Vuelvo a mirar, solo un manto blanco.
9.04 h. Ídem.
9.05 h. Inexorablemente me resigné a esperar el de 9.10. El andén continuaba llenándose de gente. Pregunté a una señora si sabía a que hora había pasado el anterior: Nueve menos cuarto-, me respondió parcamente. Y otra señora, agregó: -Pero ni se podía subir de lo lleno que estaba-. O sea que, ya había gente que estaba esperando hacía 20 minutos.
9.06 h. Un rápido –a Mar del Plata, supongo- pasó en sentido contrario.
9.07 h. Sigo aguardando el milagro de ver aparecer el tren entre la espesa niebla.
9.08 h. Nada. Cada vez más gente se sumaba a la espera. La mañana estaba fría. Me lamenté por las señoras que estaban con sus hijos en brazos. Tanto por ellas -por la incomodidad- como por los chicos -por el frío imperante-.
9.09 h. Habían transcurrido casi 25 minutos desde que el último tren había aparecido. Y nadie de la empresa informaba los motivos.
9.10 h. Avisan –¡por fín!- por el alto parlante que la formación arribaría a las 9.15 horas. Otro tren pasa en sentido contrario.
Abreviemos los minutos, porque –al igual que la televisión- esto se torna aburrido.
9.15 h. Llega la formación. Muy lleno. Imposible subirse. Algunos, a la fuerza, lo logran. Las madres, será por el instinto de supervivencia, ni lo intentaron. Los más insistentes querían subir pero no lo lograban. No entraba ni un alfiler. Cuando éstos se resignaron, y liberaron la puerta, el tren se fue. Simultáneamente, otra formación vía Glew –la tercera- estacionaba en el andén de enfrente.
9.16 h. Me acerco al control, y le pregunté qué pasaba. -No se, dicen que hay algún problema en Escalada-. No le creí. El otro control, más sincero, me dijo: - Lo que pasa es que deben una parte del sueldo a los empleados y los tickets. Esa es la base del problema. Hay otros, pero esa es la base.
9.17 h. Resignado, suponiendo que iba a tener que esperar veinte minutos más –como los dos días anteriores- volví a caminar hacia el anden.
9.20 h. De pronto, mis ojos no daban crédito a lo que veía, saliendo de la niebla, a escasos 30 metros otro tren aparecía. ¿Serán que los santos (que salieron campeones) se apiadaron de nosotros?...Y sin creerlo, subí al tren. No obstante, el atraso ya estaba consumado.
Corolario
10.00 h. Arribo a la estación Plaza Constitución, en un tren abarrotado de gente. Y seguramente porque debía agradecer a los santos que habían logrado el milagro antes descrito, tuve que peregrinar (al mejor estilo procesión) por el anden. Entre puestos de panchos, quioscos y facturas. En silencio recorrí esos interminables metros, hasta lograr llegar a la “tierra prometida”, el tan ansiado hall central. Y como tengo por costumbre, me acerqué a informes a retirar el “cuponcito” de demora, mientras me preguntaba: - ¿Cuándo llene el álbum, me darán algún premio?.
Lunes, 11 de Junio de 2007.
La intensa y molesta niebla que por la mañana observamos al despertar es, desde hace unos días, noticia y tema en los medios. Lo que ya no es noticia, es lo pésimo que continúa siendo el servicio de trenes Ex Roca, del saliente concesionario Metropolitano.
El día jueves pasado, llegué a la estación Burzaco a las 9.10 horas para viajar, como todas las mañanas, a Plaza Constitución.
El tren de dicho horario (en realidad 9.08) había pasado (eso supongo) por lo que me dispuse a esperar el de 9.22 h. pero este no apareció.
Pasaron tres formaciones en dirección a Glew-Alejandro Korn. Y el que yo esperaba ni asomaba entre la niebla. Recién lo hizo a las 9.35 horas.
Me dije para mi, no seas injusto, un día que otro (¿?) puede haber demora…quizás la causa del retraso sea la niebla.
Al siguiente día, viernes 8 del corriente, me pasó exactamente lo mismo. El tren de 9.22 no apareció (no se si lo hizo el de 9.08 h.). Otro día con demora, ya me dije molesto. Si fuera la niebla, lo lógico sería también que esta afectara a la formación que va en sentido contrario…pero no, durante mis 25 minutos de espera en el anden, pasaron tres trenes hacia Glew.
Hoy, lunes 11, decidí salir antes de casa. Llegué a la estación a las 8.55 h. En la ventanilla, nadie me informó que hubiera atraso. Había mucha niebla…también mucha gente en el andén.
En la escalera del subterráneo que conduce a la otra plataforma, crucé un par de palabras con el señor que, lamentablemente, a falta de sus dos piernas, pide unas monedas (lamento no saber su nombre); siempre muy correcto y siempre de buen humor. ¿Otra vez demora?-le dije. -Parece que sí-, me contestó. Y le confesé una verdad que hace tiempo tenía ganas de decirle: -Usted, debería trabajar en la boletería porque brinda más información que la gente del ferrocarril-.
Quien pase todos los días por la estación, y sabe de quién estoy hablando, seguramente me dará la razón. El señor acostumbra a avisar (elevando su voz) a los usuarios que tren está llegando y/o a que hora llegará el próximo. Ese servicio, tan básico, la empresa no lo brinda.
Y como hoy por hoy está muy demora (perdón de moda) el minuto a minuto, vamos a implementarlo en este relato; porque a la mañana, cuando uno va a trabajar, un minuto es fundamental, y tan valioso como en la televisión.
9.00 h. Estoy en el andén. Pasó una formación hacia Glew. Tenía la esperanza que viniera el mío. Nada. Cada tanto me asomaba y lo único que veía era una espesa niebla.
9.01 h. Nada, ni noticia. La niebla no permitía ver más allá de 30 metros .
9.02 h. Sigo esperando. Intento leer el diario pero la ansiedad no me lo permite.
9.03 h. Vuelvo a mirar, solo un manto blanco.
9.04 h. Ídem.
9.05 h. Inexorablemente me resigné a esperar el de 9.10. El andén continuaba llenándose de gente. Pregunté a una señora si sabía a que hora había pasado el anterior: Nueve menos cuarto-, me respondió parcamente. Y otra señora, agregó: -Pero ni se podía subir de lo lleno que estaba-. O sea que, ya había gente que estaba esperando hacía 20 minutos.
9.06 h. Un rápido –a Mar del Plata, supongo- pasó en sentido contrario.
9.07 h. Sigo aguardando el milagro de ver aparecer el tren entre la espesa niebla.
9.08 h. Nada. Cada vez más gente se sumaba a la espera. La mañana estaba fría. Me lamenté por las señoras que estaban con sus hijos en brazos. Tanto por ellas -por la incomodidad- como por los chicos -por el frío imperante-.
9.09 h. Habían transcurrido casi 25 minutos desde que el último tren había aparecido. Y nadie de la empresa informaba los motivos.
9.10 h. Avisan –¡por fín!- por el alto parlante que la formación arribaría a las 9.15 horas. Otro tren pasa en sentido contrario.
Abreviemos los minutos, porque –al igual que la televisión- esto se torna aburrido.
9.15 h. Llega la formación. Muy lleno. Imposible subirse. Algunos, a la fuerza, lo logran. Las madres, será por el instinto de supervivencia, ni lo intentaron. Los más insistentes querían subir pero no lo lograban. No entraba ni un alfiler. Cuando éstos se resignaron, y liberaron la puerta, el tren se fue. Simultáneamente, otra formación vía Glew –la tercera- estacionaba en el andén de enfrente.
9.16 h. Me acerco al control, y le pregunté qué pasaba. -No se, dicen que hay algún problema en Escalada-. No le creí. El otro control, más sincero, me dijo: - Lo que pasa es que deben una parte del sueldo a los empleados y los tickets. Esa es la base del problema. Hay otros, pero esa es la base.
9.17 h. Resignado, suponiendo que iba a tener que esperar veinte minutos más –como los dos días anteriores- volví a caminar hacia el anden.
9.20 h. De pronto, mis ojos no daban crédito a lo que veía, saliendo de la niebla, a escasos 30 metros otro tren aparecía. ¿Serán que los santos (que salieron campeones) se apiadaron de nosotros?...Y sin creerlo, subí al tren. No obstante, el atraso ya estaba consumado.
Corolario
10.00 h. Arribo a la estación Plaza Constitución, en un tren abarrotado de gente. Y seguramente porque debía agradecer a los santos que habían logrado el milagro antes descrito, tuve que peregrinar (al mejor estilo procesión) por el anden. Entre puestos de panchos, quioscos y facturas. En silencio recorrí esos interminables metros, hasta lograr llegar a la “tierra prometida”, el tan ansiado hall central. Y como tengo por costumbre, me acerqué a informes a retirar el “cuponcito” de demora, mientras me preguntaba: - ¿Cuándo llene el álbum, me darán algún premio?.
Lunes, 11 de Junio de 2007.
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