Hoy por la mañana, viví una situación lamentable en el colectivo de la línea 79, Interno 6, de la Empresa San Vicente SAT que hace el recorrido San Vicente (Sur del conurbano)- Plaza de Constitución.
Como todas las mañanas, tomé el colectivo en la Av. Espora (08.50 h), a la altura del Barrio Corimayo -en la localidad de Burzaco (Pdo. de Alte. Brown)- para bajarme en la estación del ferrocarril del mismo nombre, o a una cuadra en éste caso. Son escasas 12 o 15 cuadras el trayecto que realizó.
A la altura de la rotonda “el vapor” (Espora y Av. Monteverde) suben algunos pasajeros entre los que se encontraba un señor que caminaba ayudado por un bastón. Éste señor, antes de introducir las monedas en la máquina, muy amablemente le solicita al chofer si le hacía el favor de pedirle un asiento. La respuesta del colectivero fue: -No, pídalo Ud. No me comprometa-. No hizo falta, una joven se levantó y le dio el asiento.
Solamente los que iban en la parte delantera del colectivo (los coches nuevos, con piso bajo) pudieron escuchar el breve diálogo. Nadie dijo palabra alguna. Yo iba parado en la parte del medio –en el espacio para sillas de ruedas- y alcancé a escuchar la conversación. La indignación que sentí casi me hizo contestarle al conductor, a los gritos, desde dónde estaba. Sin embargo, por una cuestión de respeto hacia el resto de los pasajeros preferí hacerlo acercándome a éste. Pero en las siguientes dos paradas subieron varias personas, por lo tanto me aproximé cuando faltaban unas cinco cuadras para bajarme.
En tono bajo y muy correctamente –se los puedo asegurar- le dije al conductor:
-Discúlpeme, pero Ud. está equivocado. Es su obligación pedir el asiento que el señor le solicitó. ¿No vió que tenía un bastón?
-Bueno, bueno- fue su respuesta.
Dicho esto regresé hacia la puerta central dispuesto a bajarme. Entonces, el conductor me vuelve a llamar, y cuando me acerqué me espeta subiendo el tono:
-¿Y Ud. quién es para decirme eso?, ¿qué se tiene que meter?...-
- Soy un usuario del colectivo y Ud. como representante de la empresa, en este momento, tiene la obligación de hacer cumplir una normativa que además establece la CNRT…
-¿Ud. alguna vez estuvo sentado acá? –me señalaba su asiento. ¿Ud. sabe lo que es esto?.
- No, nunca estuve sentado allí pero no tiene nada que ver. Ud. tiene que pedir el asiento.
- Si no sabe, entonces no hable.
- Discúlpeme –le contesté- es su trabajo. Nadie lo obliga.
Y cuando intento darme vuelta para bajar, me dice.
-Pero déjeme que le conteste, no se baje. Claro, usted me dice algo y ya se baja...
-No, me tengo que bajar porque tengo que tomar el tren. Pero, está bien, lo escucho, me bajo en la próxima…
-¿Quién es usted para meterse?-. Volvía sobre lo mismo
- ¿Sabe lo que pasa?, estoy harto de ver viajar paradas a las mujeres embarazadas o con chicos porque nadie le da el asiento pero además porque ustedes no lo piden. Cuando es su obligación. Lo dice la normativa que está en los stickers que usted tiene pegado, no dónde corresponde sino en las lámparas-.
A lo que me refería en ese momento era que los stickers de la CNRT dónde se informa que hay asientos reservados para discapacitados, embarazadas, etc., no estaban pegados dónde corresponde sino en las lámparas interiores más cercanas al asiento del chofer…a modo de pantalla para evitar los reflejos durante la noche, supongo.
-También me meto por una cuestión de solidaridad…-le dije.
La conversación ya no era en bajo tono sino que el conductor –ofuscado- había levantado la voz y empezaba a prepotearme (como tienen por costumbre) con un tono nada amigable, y repitiéndome que yo era un “metido”, preguntándome que quien era yo para meterme, que lo estaba “poniendo nervioso”. En ese momento, interviene una señora que estaba sentada en el asiento delantero, diciéndole que yo tenía razón y que le estaba diciendo las cosas de buen modo.
-Además -le dice la señora mirándolo al chofer- antes un joven le dijo que no podía hablar por celular mientras manejaba.
Eso, a mi no me consta; parece que había ocurrido antes de que yo me subiera al colectivo. El chofer, le contestó algo así como que tenía dos manos y que manejaba con éstas y no con la oreja.
Vergonzoso!.
La discusión siguió por unas cuadras más. El conductor continuaba hablándome de mala manera y diciéndome que no sea metido.
Finalmente, di por terminada la misma diciéndole:
-¿Sabe lo que pasa?...Estamos así, por el “no te metás”, por no involucrarnos.
Me di vuelta y me bajé por la puerta del medio porque la discusión no daba para más.
***
Debo aclarar que nada tengo contra los conductores de colectivos. Se que es un trabajo sacrificado –como todos, en buena medida- pero ello no es excusa para maltratar a los pasajeros. No es excusa para no ser solidarios. No es excusa para nada….
Desde hace tiempo que veo que los buenos valores, inculcados por nuestros antepasados, los estamos perdiendo. Están siendo devorados por actitudes como éstas, desconsideradas y egoístas.
Ese “no te metás”, que me decía, me recordaban otras épocas que yo las viví de chico -por suerte- pero que la percibía igual. Fueron años de gobiernos que “a palazos” –y con la muerte- obligaban a la gente a no involucrarse, a “ no meterse”. Ellos determinaban que estaba bien y que estaban mal. Debías acatar lo que determinaban, sino…sufrías las consecuencias. De esa manera, entre otras muchas, fueron haciendo mella en la sociedad.
Vivimos épocas dónde los valores se han revertido y pervertido, dónde es más importante aparentar que ser. Se nos continúa inculcándonos de varias formas y a través de diversos modos que para llegar a algo debemos competir, “nominar” a nuestro prójimo (el adversario) aún al punto de traicionar. Nos quieren “vender” que la vida es una competencia. Que para ayudar, hay que ir a “bailar” a un programa de televisión. Que se está mejor teniendo más cosas (pero que nunca es suficiente). Que lo importante es tener y no hacer. Que lo que importa son los valores que uno tiene en una cuenta bancaria y no lo que tenemos como personas. Tener, tener…a todo costo. Y algunos, en ese afán, no miden consecuencias.
Debemos hacer algo para revertir esta situación. Y debemos hacerlo desde cada uno de nosotros, pero a su vez entre todos. Que ésta “oleada” negativa que desde un tiempo a esta parte va cubriendo cada vez más nuestra sociedad, se revierta.
Recuperando los buenos valores… vamos a recuperarnos como Sociedad.
Como todas las mañanas, tomé el colectivo en la Av. Espora (08.50 h), a la altura del Barrio Corimayo -en la localidad de Burzaco (Pdo. de Alte. Brown)- para bajarme en la estación del ferrocarril del mismo nombre, o a una cuadra en éste caso. Son escasas 12 o 15 cuadras el trayecto que realizó.
A la altura de la rotonda “el vapor” (Espora y Av. Monteverde) suben algunos pasajeros entre los que se encontraba un señor que caminaba ayudado por un bastón. Éste señor, antes de introducir las monedas en la máquina, muy amablemente le solicita al chofer si le hacía el favor de pedirle un asiento. La respuesta del colectivero fue: -No, pídalo Ud. No me comprometa-. No hizo falta, una joven se levantó y le dio el asiento.
Solamente los que iban en la parte delantera del colectivo (los coches nuevos, con piso bajo) pudieron escuchar el breve diálogo. Nadie dijo palabra alguna. Yo iba parado en la parte del medio –en el espacio para sillas de ruedas- y alcancé a escuchar la conversación. La indignación que sentí casi me hizo contestarle al conductor, a los gritos, desde dónde estaba. Sin embargo, por una cuestión de respeto hacia el resto de los pasajeros preferí hacerlo acercándome a éste. Pero en las siguientes dos paradas subieron varias personas, por lo tanto me aproximé cuando faltaban unas cinco cuadras para bajarme.
En tono bajo y muy correctamente –se los puedo asegurar- le dije al conductor:
-Discúlpeme, pero Ud. está equivocado. Es su obligación pedir el asiento que el señor le solicitó. ¿No vió que tenía un bastón?
-Bueno, bueno- fue su respuesta.
Dicho esto regresé hacia la puerta central dispuesto a bajarme. Entonces, el conductor me vuelve a llamar, y cuando me acerqué me espeta subiendo el tono:
-¿Y Ud. quién es para decirme eso?, ¿qué se tiene que meter?...-
- Soy un usuario del colectivo y Ud. como representante de la empresa, en este momento, tiene la obligación de hacer cumplir una normativa que además establece la CNRT…
-¿Ud. alguna vez estuvo sentado acá? –me señalaba su asiento. ¿Ud. sabe lo que es esto?.
- No, nunca estuve sentado allí pero no tiene nada que ver. Ud. tiene que pedir el asiento.
- Si no sabe, entonces no hable.
- Discúlpeme –le contesté- es su trabajo. Nadie lo obliga.
Y cuando intento darme vuelta para bajar, me dice.
-Pero déjeme que le conteste, no se baje. Claro, usted me dice algo y ya se baja...
-No, me tengo que bajar porque tengo que tomar el tren. Pero, está bien, lo escucho, me bajo en la próxima…
-¿Quién es usted para meterse?-. Volvía sobre lo mismo
- ¿Sabe lo que pasa?, estoy harto de ver viajar paradas a las mujeres embarazadas o con chicos porque nadie le da el asiento pero además porque ustedes no lo piden. Cuando es su obligación. Lo dice la normativa que está en los stickers que usted tiene pegado, no dónde corresponde sino en las lámparas-.
A lo que me refería en ese momento era que los stickers de la CNRT dónde se informa que hay asientos reservados para discapacitados, embarazadas, etc., no estaban pegados dónde corresponde sino en las lámparas interiores más cercanas al asiento del chofer…a modo de pantalla para evitar los reflejos durante la noche, supongo.
-También me meto por una cuestión de solidaridad…-le dije.
La conversación ya no era en bajo tono sino que el conductor –ofuscado- había levantado la voz y empezaba a prepotearme (como tienen por costumbre) con un tono nada amigable, y repitiéndome que yo era un “metido”, preguntándome que quien era yo para meterme, que lo estaba “poniendo nervioso”. En ese momento, interviene una señora que estaba sentada en el asiento delantero, diciéndole que yo tenía razón y que le estaba diciendo las cosas de buen modo.
-Además -le dice la señora mirándolo al chofer- antes un joven le dijo que no podía hablar por celular mientras manejaba.
Eso, a mi no me consta; parece que había ocurrido antes de que yo me subiera al colectivo. El chofer, le contestó algo así como que tenía dos manos y que manejaba con éstas y no con la oreja.
Vergonzoso!.
La discusión siguió por unas cuadras más. El conductor continuaba hablándome de mala manera y diciéndome que no sea metido.
Finalmente, di por terminada la misma diciéndole:
-¿Sabe lo que pasa?...Estamos así, por el “no te metás”, por no involucrarnos.
Me di vuelta y me bajé por la puerta del medio porque la discusión no daba para más.
***
Debo aclarar que nada tengo contra los conductores de colectivos. Se que es un trabajo sacrificado –como todos, en buena medida- pero ello no es excusa para maltratar a los pasajeros. No es excusa para no ser solidarios. No es excusa para nada….
Desde hace tiempo que veo que los buenos valores, inculcados por nuestros antepasados, los estamos perdiendo. Están siendo devorados por actitudes como éstas, desconsideradas y egoístas.
Ese “no te metás”, que me decía, me recordaban otras épocas que yo las viví de chico -por suerte- pero que la percibía igual. Fueron años de gobiernos que “a palazos” –y con la muerte- obligaban a la gente a no involucrarse, a “ no meterse”. Ellos determinaban que estaba bien y que estaban mal. Debías acatar lo que determinaban, sino…sufrías las consecuencias. De esa manera, entre otras muchas, fueron haciendo mella en la sociedad.
Vivimos épocas dónde los valores se han revertido y pervertido, dónde es más importante aparentar que ser. Se nos continúa inculcándonos de varias formas y a través de diversos modos que para llegar a algo debemos competir, “nominar” a nuestro prójimo (el adversario) aún al punto de traicionar. Nos quieren “vender” que la vida es una competencia. Que para ayudar, hay que ir a “bailar” a un programa de televisión. Que se está mejor teniendo más cosas (pero que nunca es suficiente). Que lo importante es tener y no hacer. Que lo que importa son los valores que uno tiene en una cuenta bancaria y no lo que tenemos como personas. Tener, tener…a todo costo. Y algunos, en ese afán, no miden consecuencias.
Debemos hacer algo para revertir esta situación. Y debemos hacerlo desde cada uno de nosotros, pero a su vez entre todos. Que ésta “oleada” negativa que desde un tiempo a esta parte va cubriendo cada vez más nuestra sociedad, se revierta.
Recuperando los buenos valores… vamos a recuperarnos como Sociedad.
Comentarios
Con respecto al chofer. ¿Qué se les puede pedir a esos tipos? Lo digo con dolor, pero la verdad es que mucho son realmente muy maleducados, violentos e ignorantes. No quiero meter en una bolsa a todos, pero los cuento con los dedos de las manos la veces que vi a choferes pidiendo un asiento, ayudando a bajar a alguien, manejando como corresponde y acercando el bondi al cordón. Y lo peor, es que tienen tan poca preparación, que cuando uno les pide bien las cosas, la situación se les vá de las manos. Es una situación jodida. Y tenemos que cambiarla de una buena vez.
Saludos, y mil gracias por seguir visitando mi blog. El suyo, como siempre, EXCELENTE.
Leonel.
argentinapuedecambiar.blogspot.com
Luego, un hombre frente a mí preguntó ‘Hey, ¿por qué te sientas ahí? Eres jóven’.
Los asientos reservados son para los ancianos, mujeres embarazadas y discapacitados. Esto no significa que los jóvenes no puedan sentarse en esos asientos.
¿Estoy equivocada?
Escrito por Hyejin Kim. (y el link es largo)
Con respecto al comentario de Jorge (o, como vos dijiste, que te dieron ganas de contestarle a los gritos): un valor debería ser fomentar los buenos valores, y esa, definitivamente, no es la forma. Creo que la forma en que actuaste y las respuestas que diste fueron muy correctas. ¡Todos los pasajeros deberían haberse acercado y haberle dicho lo que vos le dijiste! Imaginate eso.
Con respecto a los colectiveros: últimamente el colectivo que más tomo es el 61/62 en Contitución. La verdad es que estas líneas, en mi opinión, tienen buenos choferes. En particular, hay uno que es un fenómeno. Antes tomaba bastante el 74 a Correo Central, y no me puedo quejar de ninguno.
Por supuesto, más allá de la profesión u ocupación, lo importante es ejercer en forma responsable lo que uno hace.
Como de costumbre, mientras leía se me ocurrieron muchas más cosas. Solamente voy a decir que, Juan Pablo, no estás solo. Muchos pensamos como vos.
Un abrazo,
Ignacio
Saludos!
Leonel.
argentinapuedecambiar.blogspot.com
Visitaré muy frecuentemente tu blog, ya que me gusta mucho :)
Saludos,
Alejandra.
ecosdesilencio@hotmail.com
http://www.youtube.com/aluralandia
Leo, gracias por la crítica. Idem para el tuyo.
Jorge, entiendo tu indignación pero no comparto la solución.
Lalo, gracias por la referencia.
Ignacio: Gracias. Somos "viejos conocidos" a través de Pasajeros del Roca. No todos los colectiveros son como el que critiqué, como bien mencionás. Hay de todo, incluso recuerdo una anécdota que me la contó mi señora y le ocurrió a una amiga: Subió con dos chicos -uno en brazos- y como no le daban el asiento incluso cuando el chofer lo podía, este se levantó y le cedió el de él. No lo ofrecía un pasajero entonces él no manejaba. ¡Excelente actitud!.
Alejandra: Bienvenida al blog y gracias por tu mensaje.
Daniel y Claudio a ustedes también gracias y bienvenidos.
Ah, Leonel...A propósito, Comando CEA es "Comando Cedé el Asiento". Lo explico en el post del 23/11/07
Saludos a todos.
Jua Pablo Gómez