Un día para recordar y reflexionar. Un día como hoy, 24 de marzo, pero de 1976 se cernía sobre nuestro país una época negra, siniestra y triste.
Un adelanto de ese periodo nefasto había comenzado ya, a manera de prólogo, unos años antes con la aparición en escena de la Triple A (Alianza_Anticomunista_Argentina), durante el tercer gobierno de J. D. Perón (23/09/73 al 01/07/74) y luego, ante su muerte, de sucesora y esposa María Estela Martínez de Perón (Isabelita; 1/07/74 al 24/03/76).
La triple A era un grupo ultraderechista coordinado por José López Rega, en ese entonces ministro de Bienestar Social y mano derecha de Isabelita. Personaje siniestro y repugnante que había llegado a la vida de los Perón durante su exilio en España.
A diferencia del primer gobierno peronista (1946-1952), los setenta era una época de crisis e intensas luchas intestinas. El panorama no era muy alentador. El país estaba muy dividido y había muchos intereses -locales y extranjeros- que lo preferían así.
La costumbre de "golpear" es frecuente en nuestra historia. Desde 1930, que se considera como año del primer "golpe de estado" hasta 1983, ocurrieron 6; con gobernantes impuestos a la fuerza con mayor o menor duración.
De todas maneras, en los breves y pocos periodos democráticos hasta 1983, los militares ejercieron mucha influiencia. Y siempre se encontraban a las puertas de sus cuarteles dispuestos a actuar y golpear cada vez que ellos -alentado por intereses locales y extranjeros, como EEUU por ejemplo- lo creían necesario.
Y en 1976 los militares se hicieron otra vez presente; a su manera, claro, a la fuerza...con un golpe. Uno más, pero este fue el peor, el más sangriento. Esta vez vinieron por todo y dispuesto a todo.
Desde 1976 hasta 1983, periodo que duró el Proceso de Reorganización Nacional, como las Fuerzas Armadas absurdamente lo bautizaron, ocurrieron en Argentina las más variadas formas de violaciones a los Derechos Humanos: Persecusiones, exilios, secuestros, robos de bebés, torturas y muertes fueron los caminos y la metodología que éstos nefastos personajes eligieron para pretender "reorganizar" la Argentina.
La desaparición de ciudadanos (que en su mayoría teminaban asesinados) fue el método empleado por la dictadura para imponer el temor en el pueblo. "Los desaparecidos son eso, desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están desaparecidos”, fue la macabra definición utilizada de Jorge Rafael Videla, uno de los gobernantes de esa época, para evadir las graves acusaciones que caían sobre la dictadura.
El primer enjuiciamiento a las juntas militares ocurrió en 1985. Sin embargo, Alfonsín a fines de 1986 y en 1987 decretó las leyes de Punto final y Obediencia Debida, respectivamente, dónde acotaban la cantidad de juicios y se limitaban los enjuiciamientos solo a las cúpulas de las Fuerzas Armadas.
Afortunadamente las leyes se derogaron en el 2003 y la Suprema Corte las declaró nulas en junio de 2005. A partir de ese momento, se reabrieron las acusaciones y juicios a los asesinos que se mantenían -y aún se mantienen- impunes.
Es incomprensible, para quién esto escribe, observar que existen personas que defienden lo actuado, lo indefendible; argumentando que el País estaba en una guerra.
La única guerra que ocurrió durante el proceso fue la de las Islas Malvinas, en 1982. Aunque hubo otra que estuvo cerca, con Chile, en 1978. Malvinas fue otra acción irresponsable de parte de las cúpulas de las Fuerzas Armadas que terminó por demostrar que eran inútiles haste en su propio terreno. Sin embargo, y a pesar de todos los problemas que debieron sortear, los soldados argentinos que allí pelearon -en su gran mayoría jovenes conscriptos- y entregaron sus vidas, demostraron el verdadero heroísmo y lo que significaba para ellos el querer a la Patria. Recien ahora esos soldados están siendo reconocidos como merecen porque la misma dictadura genocida que los llevó a la guerra, los escondió cuando regresaron. Extendiendo el genocidio.
Un adelanto de ese periodo nefasto había comenzado ya, a manera de prólogo, unos años antes con la aparición en escena de la Triple A (Alianza_Anticomunista_Argentina), durante el tercer gobierno de J. D. Perón (23/09/73 al 01/07/74) y luego, ante su muerte, de sucesora y esposa María Estela Martínez de Perón (Isabelita; 1/07/74 al 24/03/76).
La triple A era un grupo ultraderechista coordinado por José López Rega, en ese entonces ministro de Bienestar Social y mano derecha de Isabelita. Personaje siniestro y repugnante que había llegado a la vida de los Perón durante su exilio en España.
A diferencia del primer gobierno peronista (1946-1952), los setenta era una época de crisis e intensas luchas intestinas. El panorama no era muy alentador. El país estaba muy dividido y había muchos intereses -locales y extranjeros- que lo preferían así.
La costumbre de "golpear" es frecuente en nuestra historia. Desde 1930, que se considera como año del primer "golpe de estado" hasta 1983, ocurrieron 6; con gobernantes impuestos a la fuerza con mayor o menor duración.
De todas maneras, en los breves y pocos periodos democráticos hasta 1983, los militares ejercieron mucha influiencia. Y siempre se encontraban a las puertas de sus cuarteles dispuestos a actuar y golpear cada vez que ellos -alentado por intereses locales y extranjeros, como EEUU por ejemplo- lo creían necesario.
Y en 1976 los militares se hicieron otra vez presente; a su manera, claro, a la fuerza...con un golpe. Uno más, pero este fue el peor, el más sangriento. Esta vez vinieron por todo y dispuesto a todo.
Desde 1976 hasta 1983, periodo que duró el Proceso de Reorganización Nacional, como las Fuerzas Armadas absurdamente lo bautizaron, ocurrieron en Argentina las más variadas formas de violaciones a los Derechos Humanos: Persecusiones, exilios, secuestros, robos de bebés, torturas y muertes fueron los caminos y la metodología que éstos nefastos personajes eligieron para pretender "reorganizar" la Argentina.
La desaparición de ciudadanos (que en su mayoría teminaban asesinados) fue el método empleado por la dictadura para imponer el temor en el pueblo. "Los desaparecidos son eso, desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están desaparecidos”, fue la macabra definición utilizada de Jorge Rafael Videla, uno de los gobernantes de esa época, para evadir las graves acusaciones que caían sobre la dictadura.
El primer enjuiciamiento a las juntas militares ocurrió en 1985. Sin embargo, Alfonsín a fines de 1986 y en 1987 decretó las leyes de Punto final y Obediencia Debida, respectivamente, dónde acotaban la cantidad de juicios y se limitaban los enjuiciamientos solo a las cúpulas de las Fuerzas Armadas.
Afortunadamente las leyes se derogaron en el 2003 y la Suprema Corte las declaró nulas en junio de 2005. A partir de ese momento, se reabrieron las acusaciones y juicios a los asesinos que se mantenían -y aún se mantienen- impunes.
Es incomprensible, para quién esto escribe, observar que existen personas que defienden lo actuado, lo indefendible; argumentando que el País estaba en una guerra.
La única guerra que ocurrió durante el proceso fue la de las Islas Malvinas, en 1982. Aunque hubo otra que estuvo cerca, con Chile, en 1978. Malvinas fue otra acción irresponsable de parte de las cúpulas de las Fuerzas Armadas que terminó por demostrar que eran inútiles haste en su propio terreno. Sin embargo, y a pesar de todos los problemas que debieron sortear, los soldados argentinos que allí pelearon -en su gran mayoría jovenes conscriptos- y entregaron sus vidas, demostraron el verdadero heroísmo y lo que significaba para ellos el querer a la Patria. Recien ahora esos soldados están siendo reconocidos como merecen porque la misma dictadura genocida que los llevó a la guerra, los escondió cuando regresaron. Extendiendo el genocidio.
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