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Algo más de J.L. Borges y su vínculo con Adrogue.

Foto de tapa: Obtenida por Juan Pablo Gómez. Sep.2019 

Escrito el 10 de septiembre de 2019. De Juan Pablo Gómez 

Es muy conocido el vínculo que tenía el notable escritor Jorge Luis Borges con la ciudad de Adrogué. Hay varios escritos, entrevistas y artículos que hacen referencia a esto. Él mismo se encargó de dejarlo por escrito a través de su  literatura.

Residía en la ciudad de Buenos Aires, pero una parte de su infancia y juventud había transcurrido en este rincón del Sur del gran Buenos Aires. Una quinta, ubicada en la calle Macías, fue residencia veraniega en su niñez; años después su madre compraría la casa donde hoy funciona Casa Borges, frente a plaza Brown . Y luego, también, es conocido que el hotel "La Delicia" lo tuvo entre sus asiduos visitantes.. 

Además de Adrogué, sus diagonales y calles arboladas (eucaliptus -que tanto él recordaba-  era la mayor variedad) y lo que él consideraba sus arrabales, Turdera, Temperley e, incluso, Burzaco tenían también una particular atracción. Y varios de sus notables escritos se inspiran en éstos lares. Uno, muy conocido, que tuvo como protagonista a los hermanos Iberra aparece en algunas de sus obras.

Y de pronto, hace un par de semanas, buscando entre antiguos diarios en el Archivo Histórico de Alte Brown, sobre otros temas que estoy investigando, me encuentro con éste único y primer ejemplar de un semanario cuyo nombre era SURSEMANARIO, del viernes 5 de junio de 1981. El director del periódico era

Agustín Norbel
. Y el título (de tapa) que llamó mi atención fue precisamente  una entrevista a Borges. No tiene firma, así que supongo fue del mencionado Norbel. Es breve, pero interesante dónde vuelve hablar de su vínculo con este lugar. 
Aprovecho a agradecer a Analia Brie del Archivo Municipal que siempre tan bien predispuesta me ofrece su colaboración cada vez que busco material. 


 Transcribo textual (y adjunto imágenes del semanario):

"Gracias por el Sur. Así podría comenzar un tercer “Poema de los dones”, ¿no es cierto, señor Borges?. Al menos es lo que hemos podido deducir de su entrevista con SURSEMANARIO. “Se trata del Sur”, dijimos apenas sentados, “queremos saber qué significa el Sur para usted”.

-Bueno, yo me he criado en Montevideo, en las orillas- es decir en el Palermo de Carriego- y en Adrogué. En Adrogué pasábamos los largos veranos en una quinta, “La Rosalindas”, en la calle Macías. Era una quinta más extensa que las de ahora, porque cuando yo era chico había grandes quintas, que luego fueron siendo parceladas. Mis parientes, los Udaondo, tenían una quinta de dos manzanas. Cuando pienso en Adrogué pienso en una especie de paraíso de grandes quintas tranquilas. Mi afición a los laberintos ha sido evidentemente fomentada por el hecho de haberme criado en Adrogué. Recuerdo que mis padres salían todas las noches para perderse, porque es muy fácil perderse en Adrogué. Yo como porteño iba con ese plano cuadriculado de las ciudades españolas, que supone que las calles son paralelas o se cortan. En cambio, en Adrogué divergen o convergen, hay un número indefinido de plazas. 

-¿Cómo eran esas quintas sureñas?

-Eran realmente quintas. Tenían todos los atributos de la quinta platónica, arquetípica: las glorietas, las estatuas, los balcones…

-¿Y los árboles, señor Borges? Adrogué es la ciudad de los árboles.

-Bueno, otro verdadero socio de Adrogué es el eucaliptus, ese australiano que trajo Sarmiento y que hoy anda por todo el mundo. Me acuerdo de que en año 1918, cuando la epidemia de gripe española, en las calles de Ginebra, en Suiza, quemaban eucaliptos en grandes ollas, y yo sentía como si estuviera en Adrogué.

-Y ¿Qué nos dice de su famoso poema a Adrogué?

- En ese poema yo hablo del hotel “Las Delicias”, que se llamaba en realidad “La Delicia”, como rezaba la chapa del portón, pero no sé porque todos les decíamos “Las Delicias”.

-Algunos, como el poeta Ernesto Catany, opinan que es una referencia a la delicia de vivir en Adrogué 

-Puede ser. Recuerdo que pasé un año en el Instituto Sudamericano de los padres Santa Clara, en la calle Macías, al lado del club. Enfrente había un baldío donde unos chicos jugaban a un juego totalmente nuevo para mí: el fútbol. Yo tenía unos nueve años o algo así. Hace poco la Municipalidad de Almirante Brown me nombró “vecino honorario” de Adrogué. Y yo le dije al intendente –en broma, claro-, “Caramba, yo creía ser vecino viejo y ahora resulta que soy vecino honorario”. Era casi como si me expulsaran , ¿no?

-Háblenos de esas mitologías de compadres y cuchilleros. 

CUENTOS DE LA COSTA BRAVA

-Yo no creo que correspondan a Adrogué sino a Palermo o a Turdera. Cómo la famosa familia de los Iberra. Yo estuve hablando hace veinte días con la sobrina de los asesinos, que vive ahí mismo. Venga conmigo a mi pieza. Quiero mostrarle algo. 

Y apoyado en nuestro brazo se desliza a tientas hasta una habitación con dos bibliotecas vidriadas y una cama casi monacal

-Esta es mi modesta habitación que ha sido tachada de “celda” por algunos colegas suyos. Vamos a buscar aquí las Stories de Robert L. Stevenson. 

-Aquí están- decimos, extrayendo un grueso volumen, Borges tantea entre las páginas hasta que da con dos fotografías amarillentas. 

-Son estas- dice-. Lea las inscripción del reverso.

-“Árbol de la casa de los Iberra”- leemos- “En una rama a la derecha de la foto hay unas herraduras colgadas, Turdera, 1964. Al fondo, el puente de la vía citado en el poema “El Tango”.

-Si, es donde yo digo: “¿Y ese Iberra fatal (de quién los santos/se apiaden) que en un puente de la vía /Mató a su hermano el Ñato, que debía/Más muertes que él, y así igualó los tantos?” Ese árbol ya no existe. 

-La otra foto dice “Rancho de Iberra en Turdera”.

- Si, ese barrio se llamaba Costa Brava. Yo tengo además una milonga, donde digo: “ Velay, señores la historia/ De los hermanos Iberra,/ Hombres de guerra/ Y en el peligro primeros /La flor de los cuchilleros/ Y ahora los tapa la tierra”. Todas las milongas que he escrito son sobres personajes reales. Los Iberra en Turdera y en Lomas eran los guardaespaldas de don Felipe Castro y de Founroge que eran los caudillos conservadores. Todos los malevos que he conocido eran conservadores, como Nicolás Paredes, en Palermo. Y odiaban a los radicales.

EL SUR, LO ESENCIAL.

-En definitiva, ¿ qué  es para usted el Sur?

-Vea, cuando Victoria Ocampo fundó la revista Sur, yo le dije: “Victoria, ¿con qué derecho le pone a su revista “Sur”, si usted vive en San Isidro?”. Era una broma porque, claro, ella se refería a un sur más vasto. Pero el sur en ambos sentidos viene a hacer algo esencial. Yo imagino a Buenos Aires de un modo anacrónico, y pienso que lo esencial es el Sur. Cuando yo nací en el centro de Buenos Aires, en Tucumán entre Suipacha y Esmeralda, toda la ciudad era de casas bajas, con azoteas, dos o tres patios, aljibes, zaguanes, y eso corresponde a la imagen que tengo del sur. Fijese que cuando uno dice “provincia de Buenos Aires” no piensa en Martínez o San Isidro, que es otra cosa. Uno piensa en la llanura, y la llanura vendría a hacer el Oeste y el Sur, pero más el segundo, porque la palabra Oeste no tiene resonancia  entre nosotros, como la tiene, por ejemplo, para los norteamericanos. En cambio el Sur ¡Qué linda palabra! ¿no? La parte del Himno Nacional que más me gusta es el que dice “las Provincias unidas del Sud”

-¿Usted se siente entonces sureño?

Sureño, no. Surero. En Palermo decían compadritos sureros a los de Barracas y Monserrat, y en cambio los del Sur decían norteros a los de la Recoleta o Palermo. Sureño suena muy artificial. Así que yo soy surero"

Entrevista publicada en el “SURSEMANARIO. Su semanario de la zona sur”, Año I, Nro. 1”. Director Agustín Norbel. Viernes 5 de junio de 1981. Tapa.

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