Crónicas de Otros Mundos (pero que están cerca): "Traélo pa´ la comisaría" (una experiencia de "abducción") 2da parte
En el kiosco, donde había degustado mi sustanciosa cena, pregunté en que dirección estaba la laguna del Bragado, pues quería aprovechar la noche estrellada para hacer unas horas de observación nocturna, algo que acostumbraba a realizar toda vez que viajaba en busca de testimonios OVNI; a veces solo, como en este caso y, otras, acompañado de otros compañeros de viaje o testigos...
(ántes de continuar podés leer la Primer parte ACÁ)
- Está en la misma dirección en la que vas- me dijo seguro el comerciante. -Siguiendo este mismo camino-, sentenció.
(ántes de continuar podés leer la Primer parte ACÁ)
- Está en la misma dirección en la que vas- me dijo seguro el comerciante. -Siguiendo este mismo camino-, sentenció.
Pero claro, el camino apenas se distinguía por la oscuridad reinante.
Me crucé el bolso sobre la espalda, me cerré la campera (porque a pesar de ser febrero la noche estaba fresca) y empecé a caminar.
De a poco se iban extinguiendo las últimas luces de Mechita.
La oscuridad ya era total, a tal punto que no veía mis pies. De vez en cuando alumbraba el suelo con mi linterna, porque quería conservar las pilas ya que se gastaban rápido. Cada tanto me cruzaba con algún automóvil porque si bien es el camino más corto entre Mechita y Bragado, la mayoría prefiere usar la ruta nueva asfaltada. Fueron pocos los coches que me crucé en la caminata.
Desde que salí de Mechita comencé a percibir un sonido constante a mi derecha; un poco más allá de los árboles y arbustos. Afiné la audición, intuí que había un canal o arroyo; luego de poco andar deduje que caminaba paralelo a éste.
Cada tanto me detenía y miraba el cielo que era un manto negro tachonado de estrellas. Un cielo límpido estaba mostrando sus atributos como pocas veces podía apreciar. Oteaba el cielo, también, con los binoculares; creo que hoy todos hemos olvidado la belleza del cielo estrellado observado en el campo, lejos de toda luz artificial. Es extraordinario, cautivante e hipnótico. Lamentablemente, hoy en capital y centros de las ciudades del conurbano la contaminación visual no permite apreciar más que un puñado de estrellas. Uno de los cielos más imponentes que he visto (como sus paisajes) fue en la puna catamarqueña. Pero volvamos a Mechita:
Desde luego que solía escuchar sonidos que no era del agua, ruidos de la naturaleza que trataba de identificar inmediatamente porque no quería que mi cabeza me jugara una mala pasada (como me ocurrió una vez en Roque Pérez cuando alumbré a los ojos de una vaca; dos pequeños reflejos rojos me erizaron los pelos, pero fue el mugido lo que inmediatamente me tranquilizó. Esa es otra historia). El campo, la noche y la soledad pueden despertar en uno, miedos ancentrales. Un simple vuelo rasante de un ave pueden acelerar los latidos del corazón...
Las horas pasaban, y no llegaba nunca a la bendita laguna.
El camino -si mal no recuerdo- tiene un par de curvas. Cuando tomé una bastante larga, pensé: "ahora aparece la laguna", pero no tardaba mucho en darme cuenta que me equivocaba.
Me ilusioné cuando llegué a un puente. Pensé ,"si hay un puente, hay agua. Si es agua está la laguna" - fue la deducción de una mente cansada de la caminata, que se había despavilado tan solo un poco ante la posibilidad de estar cerca. Otra parte de mi cerebro me alertaba que había una necesidad primitiva que me llamaba: las ganas de orinar me hicieron olvidar por un momento del cielo nocturno y enfocar mi atención en el pasto.
Concluído el ritual, y ya más "relajado", me di cuenta que al otro extremo del puente había un par de autos estacionados sobre el costado de la ruta. Desde ahí podía ver que había algunos pescadores en la orilla de ese brazo del Salado. Después de tanta horas de soledad y oscuridad decidí que sería bueno bajar y hablar unos minutos con ellos. Quizás, tenían algo que contar. Estaba buscando por donde bajar, pero me ganaron de mano...fueron ellos los que decidieron venir por mi (y no muy amigablemente que digamos)....
Mi concentración -como mis ojos- estaban puestos en el suelo que alumbraba la luz de mi linterna, buscando una bajada segura. No quería llegar rodando a la orilla. En eso estaba cuando una potente luz me dio de lleno en el rostro y me encegueció. La voz sonó clara e intimidante:
- ¡Alto, policía!-
Yo, entrecerrando los ojos, solo atiné a levantar las manos.
-¡Quieto, policía!- volvió a insistir.
- Estoy quieto-, le dije.
- Acerquese despacio- fue la siguiente "orden"
- Pero, por favor, baje usted la linterna porque no veo donde estoy pisando-.
La bajó, y unos segundos después pude distinguir la figura de tres los hombres que estaban a pocos metros.
Uno se acercó y me palpó la campera y al tocarme junto al brazo dijo. -¿Y esto?-
-Son binoculares-, respondí. Y se los mostré. - Vengo desde Mechita- dije, como si les fuera a interesar.
-No se asusten- agregué
Silencio
-Estoy investigando el tema OVNI. (A la frase "no se asusten" faltaba que le agregara "vengo en son de paz").
Uno de ellos me pidió que me abriera la campera. Así lo hice mientras intentaba explicarle el motivo de mi presencia, en la oscuridad de la noche, entre Mechita y Bragado. Rara, reconozco.
-¿Que estaba haciendo entre los autos?- me preguntó uno.
- Estaba buscando la manera de bajar a la orilla para hablar con ustedes, pero no encontraba por dónde hacerlo.
Sus miradas seguían siendo de desconfianza. Me arriesgo a decir que uno tenía cara de espanto. Finalmente, bajamos a la orilla del rio, y ellos lo hicieron detrás de mi. Evidentemente seguían desconfiando. Les conté un poco más sobre mi interés en el tema para que dieran cuenta de que no estaba loco (o no tanto). Vi que había dos chicos con ellos, junto a los bártulos que habían dejado abajo; entonces supuse porque tanta alarma de su parte. Pues, como habituales pescadores tendría que imaginar que yo bien podría ser otro pescador intentando bajar. Pero les ganó la desconfianza, después de todo había motivos: eran porteños.
Estaba cansado, pero igualmente me di cuenta que no podía quedarme mucho tiempo ahí, no hacía falta estar despavilado para notar que la desconfianza no había desaparecido, ya que sus respuestas a la mayoría de mis preguntas eran monosílabas. Di por concluido el encuentro. Uno alcanzó a decirme que estaba cerca de la laguna. Les agradecí el "gentil" encuentro y me despedí.
Estaba otra vez en el camino y en la oscuridad....
Mientras me alejaba pensaba en lo que había ocurrido...pero no imaginaba que solo era el prólogo a lo que vendría después...
(Continuará...)
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