"Hoy en el vagón del tren (Roca) descubrí que alguien leía el mismo libro que yo, "Chicos de Varsovia", de Ana Wajszczuk (que por cierto recomiendo)...
El libro cuenta sobre el levantamiento de los polacos en Varsovia (01/08/1944) contra los nazis que habían ocupado la ciudad.
Como el libro no es un bestseller (aunque ya tuvo su 4ta edición) o, mejor dicho, no es de esos que se "ponen de moda", me llamó la atención la coincidencia. Me intrigó saber el motivo por el que lo leía...Y no soy de quedarme con la duda...
Entonces cuando bajamos en Constitución le señalé la coincidencia y resultó que su abuelos maternos eran polacos, oriundo de la región de Ucrania...de donde tuvieron que escapar cuando se sucedían las matanzas de polacos por el ejercito nacionalista ucraniano.
Cuando llegaron a la Argentina se instalaron en Oberá, Misiones. Su mamá había nacido allí.
Los chirridos ahora del subte no me dejaba oir bien.
Su abuelo resultó ser un combatiente de esa resistencia en el ejercito polaco. Y había participado en varios frentes. En una palabra: un heroe de guerra condecorado y todo.
¿Cómo se enteró de toda esa historia?...cuando ella buscó la documentación para hacerse la nacionalidad polaca en la casa de sus abuelos, ya fallecidos, en la zona de Villa de los Industriales (Lanús) donde muchos polacos y ucranianos se terminaron instalando (conozco porque viví un tiempo allí). Fue en esas circunstancias que se topó con los documentos y las medallas al valor con las que habían condecorado a su abuelo. Con esa historia -totalmente desconocida por ella y muy poco por su madre- había iniciado una investigación del pasado de su abuelo, en definitiva de su propio pasado. Y la lectura del libro la conectaba de alguna manera con historias similares.
Lo curioso es que había viajado en Varsovia antes de conocer la historia de su abuelo, y estando allá una emoción fuerte la embargó al punto que la hizo llorar al sentir que conectaba con su pasado...
Sus abuelos no hablaban de aquellos tiempos pasados ni con sus hijos. Guardaban todas esas historias y también todo ese dolor de quienes tuvieron que dejar su patria, su familia y afrontar nuevos desafíos en tierras desconocidas y con un idioma que no hablaban; empezar de nuevo con lo poco y nada que traían. Aunque en ese momento, haber sobrevivido a la muerte cotidiana con la que convivían en sus tierras, era tener todo.
Y yo recordaba entonces la historia que cuenta Ángela Pradelli en su libro "El sol detrás de limonero" (donde narra magistralmente parte de la historia de la inmigración de su abuelo, de un pueblo de Peli, Italia, a Burzaco, Argentina).
Ella cuenta que, de niña, veía a su abuelo regando los almácigos de su quinta cantando "canciones tristes" en su idioma natal, con sus ojos llorosos y la tristeza reflejada en su rostro por los recuerdos. Recuerdos de un pasado que no contaba, que se guardaba para si (entre éstos la lucha de integrantes de su familia como patirsanos contra los nazis) pero que ella descubrió ya de adulta a traves de las cartas que su abuelo guardaba. Único puente de comunicación que conservaba con su madre y hermanos a los que, él sabía, no volvería a ver. Igual que el abuelo de Ucrania de mi ocasional interlocutora.
Me despedí a duras penas deseándole suerte, mientras la "marea" de gente en el anden de la est. diagonal nos dividia hacia distintas salidas".
Escrito el 01 de diciembre de 2017
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